El viaje de esta nota es hacia arriba, por rutas hasta lo alto de las montañas, pero también hacia adentro, una exploración de caminos por territorios espirituales. Un impulso para fortalecer el cuerpo, subiendo a pie antiguas sendas de peregrinos en Kumano Kodo y Koyasan, o probando la muy sana shojin ryori (cocina vegetariana de los monjes budistas). Es un viaje a una naturaleza prístina, y a un pasado respetuosamente conservado, que sigue siendo presente. Eso, entre otras cosas. Si tuviéramos que resumir la experiencia, diría que es un viaje de descubrimiento, especialmente para los viajeros occidentales.
Nota escrita por Fede Svec, publicada en mayo de 2022. Las fotos son gentileza de Turismo de Japón
La Naturaleza y sus paisajes siempre estuvieron relacionados con la búsqueda espiritual del ser humano. Las montañas, en particular, como una conexión entre el cielo y la tierra, los profano y lo divino, la materia y el espíritu.
Y una geografía con más de 3.600 montañas, profundos valles, gargantas, ríos, cascadas y bosques muy antiguos, tiene todo los elementos para esa búsqueda, un lugar para los devotos y peregrinos, pero también para los viajeros de mentes inquietas y abiertas, que buscan una experiencia que enriquezca sus vidas.
En Japón esa geografía tiene un nombre: Wakayama, y se dice que ese lugar es el verdadero centro espiritual del país.
Japón (Nihon o Nippon) tiene, para muchos viajeros, un atractivo irresistible: una singular cultura que combina la vanguardia de las tendencias más futuristas, con la esencia de tradiciones milenarias. Es un país formado por casi 7.000 islas, aunque hay cuatro que son mucho más grandes: Honshu, Hokkaido, Kyushu y Shikoku, por orden de tamaño.
Wakayama está al Suroeste de Honshu, frente al Océano Pacífico, y ocupa una gran porción de la península de Kii, cuyo interior está dominado por montañas que son hogar de antiguas rutas de peregrinación, santuarios sagrados y templos de montaña.
El viaje de esta nota es hacia arriba, por rutas hasta lo alto de las montañas, pero también hacia adentro, una exploración de caminos por territorios espirituales. Un viaje para fortalecer el cuerpo, subiendo a pie antiguas sendas de peregrinos en Kumano Kodo y Koyasan, o probando la muy sana shojin ryori (cocina vegetariana de los monjes budistas); es un viaje a un estilo de vida, alojándose en los shukubo (albergues en monasterios) o en los ryokan (lugares de arquitectura tradicional), o participando de los pintorescos y típicos festivales matsuri como los hanabi taikai (literalmente, flores de fuego) los verdaderamente únicos festivales de fuegos artificiales que se celebran cada verano en todo Japón para ahuyentar los malos espíritus; es un viaje para purificar el cuerpo a través de los onsen (los clásicos y rituales, baños de aguas termales con propiedades terapéuticas o curativas), o purificar el alma a través del estilo de meditación ajikan o del shakyo, la práctica de copiar a mano los sutras, que tranquiliza el corazón.
Es un viaje a una naturaleza prístina, y un viaje a un pasado respetuosamente conservado, que sigue siendo presente. Eso, entre otras cosas. Si tuviéramos que resumir la experiencia, diría que es un viaje de descubrimiento, especialmente para los viajeros occidentales.
Dos caras de una misma moneda
En Japón encontramos templos y santuarios en todas partes. Estos dos tipos de arquitectura de estilo japonés pueden parecer similares pero tienen una naturaleza muy diferente. Los santuarios jin-jya son edificios del sintoísmo, la religión japonesa original, mientras que los templos ji-in son edificios del budismo, religión que llegó a Japón en el año 538.
Pero actualmente ambas tradiciones sagradas se combinan y complementan, no hay contradicción en esto. Predomina una idea: el sintoísmo ayuda a prosperar en esta vida, mientras que el budismo lo hace en la otra. Así que, por ejemplo, los japoneses pueden acudir a un santuario sintoísta para celebrar el Año Nuevo, y también en esa fecha, a un templo budista para rezar por el alma de los difuntos.
El Shinto o sintoísmo (el Camino Divino) es una religión que adora a las fuerzas de naturaleza. Se basa sobre el respeto a las divinidades llamadas Kami. Literalmente significa “lo que esta por encima de los hombres” o “superior a la condición humana”, pero el término se traduce habitualmente como dios o espíritu. El sintoísmo es un conjunto de prácticas y rituales que impregnan muchos aspectos de la vida diaria y busca las relaciones armoniosas entre los seres humanos, la Naturaleza y los kami. Las deidades terrestres y celestes están en todas partes, y son los guardianes de los lugares, protegen los bosques, habitan al pie de las cascadas, viven debajo de las rocas…
En cuanto al budismo, hay una rama esotérica de la religión llamada budismo Shingon, que es la más difundida en el país del sol naciente y de la cual hablaremos enseguida al referirnos a Koyasan. Robert Bowring, catedrático de estudios japoneses en la Universidad de Cambridge, lo sintetiza así: “En Japón, budismo y sintoísmo son dos caras de una misma moneda”.
Koyasan
Situada en lo alto de un valle, a unos 900 metros de altura y rodeada por ocho montañas que semejan una flor de loto de ocho pétalos (símbolo de la pureza), es una ciudad sagrada del budismo Shingon, fundado por el alto sacerdote Kukai (774-835), a título póstumo conocido como Kobo Daishi. Shingon significa escuela de la palabra verdadera, una tradición esotérica que se centra en las verdades que comunicó el buda Vairóchana. Kukai es uno de los personajes más famosos de la historia de Japón. No sólo fue el fundador de la escuela Shingon del budismo, sino que también fue poeta, ingeniero, calígrafo y el creador del silabario Kana del idioma japonés.
Koyasan tiene rutas de peregrinaje que son Patrimonio de la Humanidad y que llevan a sus distintos lugares sagrados. Se llaman Koya Sankei-michi, y son cinco. Una de ellas es Choishi-michi, que tiene 22,8 kilómetros de extensión entre Jison-in y Okuno-in. El primer lugar es un templo donde vivió la madre de Kobo Daishi y está dedicado especialmente a las mujeres, que van allí a dejar sus plegarias cuando quieren tener un hijo. Okuno-in es un paseo sagrado de dos kilómetros desde Ichinohashi a Gobyo (el mausoleo de Kobo Daishi). Mas de 200.000 piedras sepulcrales, monumentos memoriales y cenotafios de señores feudales todavía se mantienen de pie entre gran, cantidad de cedros de más de mil años de vida.
A los caminantes les lleva unas ocho horas promedio recorrer Choishi-mich, y 216 monumentos llamados gorinto van señalando el camino. Los gorinto son unas torres de piedra con cinco anillos, que tienen labradas inscripciones en sánscrito referidas a cinco elementos: aire o espacio, fuego, viento, agua y tierra.
Entre los atractivos de Koyasan que no hay que dejar de visitar, está el templo Kongobu-ji, construido en el año 816, el principal del Budismo Shingon, que tiene unos 3.600 templos en todo el país. El templo es conocido por su Banryutei, el mayor jardín de rocas de Japón, con dibujos en forma de ondas sobre la arena. Además están sus rododendros, y sus fusuma (pinturas sobre tradicionales puertas deslizantes, de la escuela Kano).
Y tenemos el complejo de Danjo Garan, con 19 edificaciones que incluyen la pagoda Konpon-daito (daito significa gran torre), una construcción icónica de Koyasan. Tiene 48,5 metros de alto y 25 metros en cada lado de la base. Dentro se puede ver una estatua del Buda Dainichi (Mahavairóchana, en sáncrito) el buda central de la escuela shingon.
Hay 52 shukobos (alojamientos en templos) en Koyasan, que ofrecen una experiencia única para los viajeros, que incluye probar los platos de la shojin ryori (cocina vegetariana budista) donde se enfatiza la importancia del método de cocción, la condimentación y el equilibrio de colores. Entre sus especialidades está el tofu de sésamo.
Kumano Kodo
Durante milenios se ha pensado que la región montañosa de Kumano es la mítica tierra sagrada en la que moran las deidades. Durante el período Heian (794-1185), la Casa Imperial Japonesa y su corte realizaban un arduo viaje a pie de 20 días desde la antigua capital de Kyoto a esta remota área, en busca del paraíso en la tierra.
Hoy en día otro de los grandes atractivos de la región de Wakayama es recorrer las rutas de peregrinación de Kumano Kodo.Estos caminos conectan Kumano Sanzan, los tres grandes templos sintoístas (Hongu Taisha, Nachi Taisha y Hayatama Taisha) ubicados en esa geografía. Vamos a llegar a ellos explorando fascinantes senderos en medio de montañas sagradas, avanzando por antiguos bosques y pequeños pueblos, donde podremos alojarnos en posadas ryokan o disfrutar de un rotenburo (baño termal al aire libre).
Kumano es también un territorio sagrado para los budistas y fue la cuna del Shugendo, una escuela espiritual que floreció durante la era Heian y aunó sintoísmo y budismo esotérico.
Kumano Kodo es una de las pocas rutas de peregrinación del mundo que es Patrimonio de la Humanidad, y está hermanada al Camino de Santiago en Europa. Hay un programa conjunto llamado “Dual Pilgrim” que celebra, distingue y comparte las historias de aquellos que han completado estas dos rutas.
Kumano Kodo se divide en 7 ramales de peregrinación, pero solo una ruta conecta los tres santuarios principales: la Nakahechi, con 130 kilómetros de recorrido. Actualmente se puede hacer este camino en unos cinco días, para los que puedan caminar unas 8 horas diarias, pero claro, uno puede tomarse más tiempo. La ruta se inicia internándose en las montañas desde Takijiri-Oji, un pueblo en las afueras de la ciudad de Tanabe. Lleva unos dos días llegar hasta Fushiogami Oji, lugar desde donde se puede ver Oyunohara, un banco de arena donde convergen todos los ríos y los siete ramales del Kumano Kodo (mas de 500 kilómetros empedrados). El emplazamiento original del santuario de Hongu estaba allí, hasta que una inundación lo destruyó en 1889. Se reconstruyó en el interior de las montañas, y en Oyunohara se puede ver hoy un gran arco torii (símbolo sintoísta que marca la frontera entre el espacio profano y el sagrado).
En Hongu la ruta se bifurca: se puede seguir por el cañón Doroyako en barco por el río Kitayama-gawa hasta Hayatama Taisha, o por tierra hasta Nachi Taisha, el tramo más difícil de la ruta Nakahechi, que nos va a tomar al menos dos días.
Desde la aldea de Koguchi, el sendero se empina mucho, con un desnivel de 850 metros en solo cuatro kilómetros. Se sube hasta llegar al paso de Funami Toge, desde donde se pueden ver el Océano Pacífico y la ciudad de Nachi Katsuura.
A continuación el sendero desciende abruptamente unos 500 metros para llegar a nuestro destino. Allí la veneración a la Naturaleza está centrada en la gran cascada Nachi-no Otaki, la mayor caída de agua en Japón, con 133 metros. Es objeto de adoración en el templo sintoísta Hiro-jinja, asociado al Gran Templo Sintoísta Kumano Nachi Taisha.
También en el lugar se encuentra el templo Seiganto-ji, fundado a principios del siglo V. La pagoda budista de tres plantas se funde armoniosamente con Nachi-no Otaki en una hermosa vista que es, tal vez, la más fotografiada en Kumano Kodo. Una postal perfecta de un viaje inolvidable… ✪