Kuala Lumpur, tan tentadora como reticente, fue nuestra puerta de entrada al reencuentro con el Sudeste Asiático: con sus emblemáticas Torres Petronas, es una ciudad que oscila entre el consumo desaforado y la apasionante convivencia religiosa y cultural. Era la segunda vez que visitábamos K.L y fue tan o más intenso que la primera. Vení, viajá con nocostros.
Escribe Nico Armellin. Saca fotos Male González Morón.
Todavía recuerdo estar frente al televisor en la casa de mis padres. Con apenas 11 años, la pasión por el fútbol ya formaba parte de mi cotidianeidad y sólo quería deglutir una seguidilla de partidos del Mundial Juvenil de Fútbol que se disputaba en Malasia, en 1997. Las paredes entre Aimar y Riquelme trascendían la diferencia horaria, y los goles de Cambiasso y Quintana, que le dieron a la Argentina su tercer título en la categoría, fueron mi primer contacto con aquel país asiático. Lo que nunca imaginé fue pisar su suelo casi dos décadas más tarde. La primera excusa que encontramos con Male para visitar el Sudeste Asiático fue la luna de miel. Allá por 2013, las típicas frases como “es una vez en la vida” o “si no es ahora, cuándo” nos llevaron durante una treintena de días a conectar Dubai, las imborrables Islas Maldivas, Bali, Vietnam, Camboya y Tailandia. Un viaje tan cansador como entrañable: los paisajes, su gente y la diversidad cultural sintetizaron otro mundo posible sólo a algunos aviones de distancia. Pero, fundamentalmente, invitaron a volver. Así fue que tres años más tarde, lo que pensamos como una posibilidad pasó al terreno de la realidad. Con algunos cambios en el itinerario pero con la inconfundible sensación de reencontrarse con lo afectivo. De Buenos Aires hacia San Pablo (escala técnica), y desde allí dispuestos a afrontar las casi 19 horas que nos separaban de Doha, nuestra puerta de entrada. Más allá de viajar en una aerolínea de primer nivel, suena redundante decir que el trayecto se vuelve un tanto tedioso. Eso sí: en el avión, ¡hay que moverse! Pararse, caminar y elongar. Unas horas en Qatar para, luego, seguir camino hacia Kuala Lumpur, el destino elegido para adentrarnos en una nueva versión oriental. Más tarde llegaría el momento de visitar Sidney, Hong Kong, Laos y, nuevamente, Vietnam y Tailandia.
Bienvenida de lujo
Con sólo salir del aeropuerto, un clima abrasivo toma protagonismo y me recuerda el calor y la humedad de la zona. Estamos en pleno febrero y la temperatura media se clava en los 28°C (tranquilamente puede llegar a los 36°C), mientras que la humedad no baja del 80%. Unas cuantas remeras para combatir el pegote y vacaciones mode on. Un poco más de 60 kilómetros (cerca de una hora en auto) separan el Kuala Lumpur International Airport del Grand Hyatt, el lugar elegido para nuestra estadía. Independientemente de las comodidades de un cinco estrellas, la principal razón de nuestra elección se basó en su ubicación: pleno centro de la ciudad, a escasos metros y con una vista privilegiada de las famosas Torres Petronas. La magnitud de las Ferrari o los Lamborghini que uno suele ver en algún video de Internet yacía a la espera de algún huésped. El asombro nos acompañó hasta el lobby que, para sorpresa de todos, se encuentra en el último piso, el 38: un espacio vidriado con una vista panorámica para el recuerdo. Para alegría de muchos, la imagen se repite con asiduidad ya que, para salir del hotel, uno está obligado a pasar por la recepción y cambiar de ascensor. La habitación sigue la línea del entorno y deslumbra con sus ventanales que parecen iluminar los 452 metros de las Torres Petronas. Las gemelas acompañan un descanso distinto y su presencia abre un nuevo día, que arranca con un desayuno suculento que, lejos de invitar a recorrer la ciudad, parece depositarte directamente en el spa o en la pileta. Sólo queda posponer esa variante para el cierre de una intensa jornada de recorrida. El cielo parece llevarse bien con lo nuboso y dejar al sol en segunda fila. El correr de los días no alterna la fórmula y nos lleva a reconocer (dato en mano) que nos encontrábamos en una de las ciudades más contaminadas del mundo. ¿Las principales causas? Las emisiones de los vehículos, los trabajos de construcción constante y, especialmente, los incendios provocados por los agricultores en Indonesia.
Con sello argentino
La ansiedad por poner un “tic” en la lista sobre los 88 pisos de las Torres Petronas se tradujo en la necesidad de visitarlas en primera instancia. No sé si habrá sido por tenerlas siempre en el radar ocular, porque se trata de las estructuras gemelas más altas del planeta o, simplemente, porque en ellas hay una cuota de argentinidad. Aquello por lo que uno se anima a inflar el pecho gracias al hacedor del proyecto, Cesar Pelli, cuya inspiración se basó sobre las formas geométricas de la arquitectura islámica. “Un tucumano que, en lugar de atar las cosas con alambre, construyó las torres más altas del mundo», lo presentaba una publicidad sobre celulares. Lo cierto es que su obra, una estructura mayoritariamente de hormigón, acero, aluminio y vidrio, fue la de mayor altura planetaria hasta 2003, cuando se construyó la Torre Taipei 101 (508 metros), en Taiwán. Y hacia allá fuimos. Contra todo pronóstico, la fortuna estuvo de nuestro lado: poca gente en la fila para conseguir los tickets que nos llevasen a lo más alto de Kuala Lumpur al atardecer, para tener un contacto más fluido con un sol que se hacía desear. El paso previo fue un stop en el puente que conecta ambas torres, a la altura de los pisos 41 y 42, para luego culminar por la tarde con una sensación de clímax difícil de explicar con palabras. Sólo queda agregar: “Háganlo”.
A mover el cuerpo
Teníamos el día por delante con algunas propuestas en mente. El primer paso fue hacia el Parque KLCC, una cuota necesitada de verde de 20 hectáreas en el corazón de la ciudad, justamente entre los emblemáticos edificios y el hotel. Cerca de dos mil palmeras y plantas autóctonas se seleccionaron para atraer a una variedad de especies de aves migratorias y locales, además de reconfortar a niños (con juegos) y a grandes, que pueden caminar o correr. Al mediodía, y especialmente durante la noche, la cita es alrededor del lago Symphony para apreciar cómo docenas de chorros de agua apuntan al cielo entre coloridos rayos de luz, siempre al ritmo de la música. Nada mal para contrarrestar la intensidad que propone la ciudad más poblada de Malasia, estimada en 1,6 millones de personas (2012), sin contar el Gran KL (también conocido como el Valle de Klang), que se encuentra entre las regiones metropolitanas de mayor crecimiento (7,2 millones de residentes). Malayos, chinos, indios y muchas otras etnias (alrededor de nueve) han convivido en el país a lo largo de generaciones. Próxima parada, Little India, para darnos un panorama de cómo viven aquellos que representan el 10% de la población. La mayoría es descendiente de inmigrantes del Sur de la India, que llegó durante la época de la colonia británica para escapar del sistema de castas. Con unas vueltas, pudimos comprobar que se trata de una comunidad llena de vida, con alma propia: el olor de los curris se dispersa para tentar a los transeúntes, mientras se oyen canciones populares de los distintos negocios familiares. “Si vas a Kuala Lumpur, tenés que aprovechar y comprar electrónica”, es una recomendación que suele impartirse desde todos los frentes. Una afirmación que tiene su veracidad, pero también su Lado B. La realidad es que las ofertas y los gritos constantes desencajan, malhumoran y generan más dudas que certezas, al punto de irse y regresar al shopping en distintas oportunidades. El ruido, las luces y el tumulto muchas veces se apoderan de las calles y de los cientos de malls que aglutinan un sinfín de marcas. ¡Qué el consumo no altere la rutina de viaje!
De templos y cuevas
“Sobre gustos no hay escrito”, podría aplicarse sobre los lugares a visitar y las maneras de hacerlo. Si bien la recorrida en bici resultaba tentadora, el calor y el sistema de manejo cambiado (a la derecha) llevaron nuestro andar a pie. La confluencia de los ríos Klang y Gombak nos encontró con la mezquita Masjid Jamek en reparación, la más antigua de la ciudad, construida en 1909 y declarada oficialmente como Mezquita Nacional en 1965. A mirarla desde afuera y a seguir. La convivencia entre las distintas religiones se manifiesta en los pocos metros que ocupa el China Town. El templo Guan Di es un acercamiento hacia el budismo y envuelve un aroma que se desprende de los inciensos que los fieles ofrecen a modo de plegaria. Las imágenes se enmarcan en un fuerte rojizo, mientras que un humo intenso dificulta por momentos la permanencia, aunque no opaca la sorpresa. Sobre la misma calle, el hinduismo es sinónimo del templo Sri Mahamariamman, el más antiguo de Kuala Lumpur (1873). Apenas traspasamos sus puertas nos encontramos en plena sesión fotográfica de casamiento. Parece ser una costumbre sin fronteras. Descalzos, y las mujeres con las piernas cubiertas, es una excusa más para valorar el respeto por la diversidad cultural, una buena oportunidad para sentarse, relajarse y, simplemente, contemplar lo que sucede. La estatua de Karttikeya, el dios hinduista de la guerra, anuncia la entrada a las Cuevas Batu, una de las atracciones turísticas por excelencia. Unos 13 kilómetros al norte de la ciudad, tres cuevas principales de piedra caliza son visitadas continuamente, custodiadas por una considerable cantidad de monos no del todo amistosos, y con un interesante panorama de Kuala Lumpur, luego de subir alrededor de 272 escalones. Si bien su existencia data de 400 millones de años, recién en el S. XIX comenzaron a ser utilizadas como templos y santuarios. Una de ellas se encuentra en la absoluta oscuridad y alberga un tramo subterráneo de dos kilómetros; por eso, se accede con casco y luz. De querer entrar, hay que pagar aparte: nosotros no la visitamos ya que no fuimos con la indumentaria adecuada, pero los comentarios indican que vale la pena. Allí podrán encontrar arañas y murciélagos, entre otros animales. A la cueva del templo, ubicada en la parte más alta, se le suma la de Ramayana, también conocida como de la Galería de Arte: esculturas y pinturas representan distintas leyendas. El tiempo vuela y ya estamos próximos a seguir nuestro viaje. El espacio requiere un resumen y los lugares comunes vuelven a hacerse presentes al cierre de estas líneas. Después de dos vueltas al Sudeste sólo queda esperar a que “la tercera sea la vencida”. Soñar no cuesta nada.
¡Guía de viaje!
Cómo llegar: nuestra elección fue a través de Qatar Airways, que viaja desde Buenos Aires hacia Doha con una escala en San Pablo. Y desde allí, tomamos otro vuelo de unas ocho horas a Kuala Lumpur. Emirates realiza un vuelo similar. Por Europa, se puede viajar hasta Paris, de allí a Amsterdam y luego a la capital malaya. Lo mismo a través de Turkish Airlines: escala en San Pablo, vuelo a Estambul y desde allí a Kuala Lumpur.
Dónde dormir: Grand Hyatt Kuala Lumpur. El hotel cuenta con 370 habitaciones y 42 suites, cuyos tamaños oscilan entre los 47 y los 340 metros cuadrados. Todas tienen ventanales que dan a las Petronas o a la ciudad. THIRTY8, el restaurante insignia con cocina abierta, ofrece una selección de carnes, mariscos, sushi y sashimi. En el JP teres, la mejor cocina malaya, y en el Poolside, una opción de comidas más bien sencillas al aire libre durante todo el día, con especialidades locales e internacionales. Gimnasio, spa y piscina al aire libre. www.kualalumpur.grand.hyatt.com.
Dónde comer: Jalan Alor es una de las calles más famosas para probar los mejores y auténticos platos callejeros: el char kuey teow (fideos fritos), alas de pollo asadas, el satay (pinchos de carne o pollo a la parrilla), cangrejos con chile y el assam laksa (sopa a base de pescado). En estación, aparecen las frutas como el durian, el mangostán o el rambután. En China Town, los puestitos suelen ubicarse en las calles Jalan Sultan, Jalan Hang Lekir y Jalan Petaling. La zona de Bukit Bintang tiene una enorme cantidad de opciones para elegir: desde restaurantes occidentales a los más orientales. Los shoppings muchas veces suelen ser los indicados si se buscan alternativas gastronómicas.
Qué más hacer: Orquesta Filarmónica de Malasia. La música te mueve en el Dewan Filharmonic Petronas, la primera sala de conciertos de Malasia dedicada específicamente a la música clásica. Centro de Convenciones: desde el punto de vista tecnológico, es la instalación más avanzada de la ciudad. Allí se realizan convenciones locales e internacionales, ferias, exposiciones públicas, casamientos y eventos privados. KL Tower: con 421 metros, es la séptima torre de telecomunicaciones más alta del mundo: tiene una plataforma de observación (a 276m) y un restaurante giratorio, para que los visitantes experimenten una impresionante puesta del sol, así como las vistas nocturnas. Museo de Arte Islámico: en diciembre de 1998, Malasia acogió el museo de arte islámico más grande del Sudeste Asiático. Alberga más de siete mil objetos y cuenta con una biblioteca excepcional de libros. Allí se encuentra uno de los modelos a escala más grande a nivel mundial del Masjid al-Haram, la mezquita más importante de La Meca. Parque de las Aves: situado en el sereno y paisajístico lago del jardín botánico de Perdana, son 21 hectáreas que albergan más de tres mil aves de unas 200 especies: patos mandarines, águilas, cálaos y avestruces, entre otros. La principal característica es su concepto de vuelo libre. China Town: la calle Petaling es el centro del China Town original y mantiene gran parte de su ambiente tradicional. Por la noche, los vendedores sacan su mercancía a lo largo de la calle: inciensos, juguetes, zapatillas y camisetas, entre tantas cosas. Ojo: se puede negociar más de un 50% del precio que estipulan. Sky Bar: en el piso 33 del Traders Hotel, frente al KLCC Park, hay un bar con pileta para observar las Petronas, trago en mano. Está abierto de domingo a jueves, de 10.00 AM a 1.00 AM, y viernes, sábado y vísperas de feriado, hasta las 3 de la mañana (www.skybar.com.my). En dos ruedas. Kuala Lumpur tiene un trazado para hacer en bici. En frente de Merdeka Square está la KL City Gallery, en donde se pueden alquilar para hacer el recorrido por cuenta propia, o bien contratar un paseo guiado para el que se necesitan al menos ocho personas. En bus turístico: todos los días, de 9 a 18 (www.myhoponhopoff.com).
Algunos tips
-Cuando decidas ir a las Petronas, recordá que tenés que sacar tickets. Hacelo bien temprano por la mañana (ya que se agotan), así podrás ver el atardecer. A nosotros nos recomendaron hacer el tour a las 19.00.
-A las Cuevas Batu podés ir en tren: desde la estación KL Central, tomar el KTM Komuter Sentul con destino a la estación Batu Caves, última de la línea. Se tarda unos 30 minutos en llegar y te deja a 200 metros de la entrada. Una vez allí, ¡cuidado con los monos! Les gusta tomar cosas prestadas.
-El shopping de electrónica por excelencia es el Plaza Low Yat, en el No. 7 de Jalan Bintang. Si bien la compra resulta una tentación por su precio, lo mejor es asesorarse y buscar productos con garantía. Cuidado con las imitaciones. En la medida de las posibilidades, no compren cerca de partir: así, llegado el caso, tienen la posibilidad de cambio.
-Visita guiada a Brickfields: el primer y el tercer sábado de cada mes, a las 9.30, desde el YMCA (www.ymcakl.com).
-En el segundo nivel del Lee Rubber Building (145 Jalan Tun H.S. Lee), hay un lindo lugar para comprar artículos de decoración: Peter Hoe. Además, tiene un restaurante con opciones frescas y livianas, como alternativa de la comida asiática.
-Bajarse mapas para utilizar offline. Serán de utilidad más de una vez.
-Se supone que hay una regla general en cuanto a la comida: sentarse dónde haya mucha gente del lugar, y no así en donde fluyan los extranjeros.
Usos y costumbres
-Quitarse los zapatos antes de entrar a una casa.
-En general se ofrecen bebidas a los invitados. Es de buena educación aceptarlas.
-Siempre se usa la mano derecha para comer o para dar y recibir objetos.
-No usar el dedo índice de la mano derecha para señalar lugares, objetos ni personas. En cambio, se usa el dedo pulgar de la misma mano, con los cuatro dedos doblados hacia abajo.
-Al ingresar a lugares sagrados como mezquitas y templos, hay que quitarse los zapatos. Algunas mezquitas ofrecen túnicas y pañuelos a las mujeres. En general, está permitido tomar fotografías, pero siempre hay que pedir permiso.
-El brindis no es una práctica común. La gran población musulmana no bebe alcohol.