AMBIENTENOTICIAS

Maldito fuego, bendito fuego

El planeta se prende fuego. O, al menos, eso parece. Los incendios forestales arrasan cada vez con más fuerza. O ,al menos, eso parece. Muchos de ellos son originados por prácticas agropecuarias o por intereses inmobiliarios. Algunos otros, por descuidos. Y unos pocos, por causas naturales. O, al menos, eso parecen reflejar los medios de comunicación, las redes sociales y una parte de la opinión pública. En Esquel, un grupo de investigadoras e investigadores estudia este tipo de fenómenos desde hace cuatro décadas. Su mirada aporta un conocimiento clave sobre esta problemática pero, a la vez, plantea nuevas preguntas. Y algunas polémicas.


Escribe Guillermo Gallishaw

Es junio de 2023 y en un edificio en las afueras de Esquel, la ingeniera forestal Marcela Godoy trabaja en su oficina del CIEFAP, el Centro de Investigación y Extensión Forestal Andino Patagónico. Es una de las pocas personas de Argentina que estudia desde hace algunas décadas los incendios forestales, esos que están arrasando bosques, selvas, humedales y pastizales en nuestro país, y en nuestro planeta. O al menos eso dicen los medios de comunicación y las redes sociales. Curiosamente, Godoy pasa inadvertida: hasta la fecha, ningún portal de noticias la llamó para preguntarle sobre incendios. 

Hay dos escritorios en lados opuestos de la oficina. Marcela se sienta en el que está pegado a la ventana; afuera hay un patio con árboles y plantas. Hay una computadora sobre un escritorio de madera. Hay una caja con pañuelos descartables porque Marcela está resfriada. “Perdón -dice -. Pero no quería suspender la entrevista.” Godoy es ingeniera forestal egresada de la Universidad Nacional de La Plata y forma parte del equipo del CIEFAP. Tiene la voz grave y un tono monocorde. Dirá cosas como que un bosque sin un disturbio es un bosque muerto porque su regeneración no podrá prosperar, o que donde hay personas y vegetación, hay muchos focos de incendio. 

-¿Cómo se explica el fuego en la Naturaleza para comprenderlo de forma integral?

-No sé, voy a ver cómo te lo explico. Creo que suele pensarse al bosque como una foto pero, en realidad, el bosque es algo muy complejo, es un gran organismo, que está vivo. Y voy a decir una perogrullada. Pero, al igual que los seres humanos, que nacemos, crecemos y nos morimos, todos los organismos que están en el bosque también lo hacen. Y también tienen enfermedades y les ocurren cosas. Y está el disturbio fuego, que también pertenece al ecosistema. Entonces, esos organismos se van adaptando a los distintos disturbios que tiene cada lugar. ¿Y cómo hace otro ser vivo para poder vivir? Bueno, algunos organismos tienen que morir para que otros puedan seguir naciendo y usando el ambiente y sus recursos. Es así. Entonces, ¿cómo hacen para morirse? Con el fuego. Porque, además de que se muera el árbol por algún motivo, esa materia orgánica tiene que degradarse. Acá en Patagonia, por ejemplo, esa materia orgánica se degrada muy lentamente porque, cuando hay mucha temperatura, no hay humedad. La tasa de degradación es muy lenta, y la de producción de biomasa es muy alta. Entonces, el fuego facilita esa degradación. Además, durante los veranos, en Patagonia son frecuentes las condiciones meteorológicas favorables para que un fuego se inicie y se propague en un bosque, arbustal o pastizal.


La Ingeniera Forestal Marcela Godoy, en su oficina del CIEFAP

La escuadra cientista

En Esquel hay otra persona que investiga los incendios forestales. Es Guillermo Defossé, ingeniero agrónomo, Master of Science y Doctor (PhD) en Ciencia Forestales, investigador del CONICET, director del Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica y profesor titular de Ecología Forestal en la Universidad de la Patagonia. En un artículo de 2021 de la revista Ciencia e Investigación, Defossé afirma que el fuego existe desde los orígenes del clima sobre la Tierra, habiendo modelado la mayoría de los ecosistemas terrestres (bosques, pastizales, arbustales y humedales). “Desde principios de la Humanidad, el hombre y el fuego co-evolucionaron armónicamente, permitiendo grandes avances en el desarrollo humano. En los últimos 120-150 años, esta relación cambió, produciéndose grandes modificaciones en el uso y políticas de manejo de fuegos de vegetación. En los últimos 30 años, hubo un desarrollo sin precedentes de urbanizaciones en áreas con vegetación natural (la Interfase Urbano-Rural, IUR).” 

El 21 de marzo de 2021 me encuentro con él para preguntarle qué está pasando que cada vez hay más incendios en el mundo. O al menos, eso es lo que reflejan muchos medios de comunicación, y también las redes sociales. Defossé hace un leve gesto de decepción o cansancio, después se le escapa una sonrisa que no llega a ser sonrisa, como si no le cayera bien la pregunta. “El investigador Niels Andela afirma que los incendios en el mundo bajaron un 25 por ciento. El estudio fue publicado por la revista Science y es coincidente con un informe de la NASA que dice lo mismo.” Entonces, por qué razón los medios y las redes sociales plantean lo contrario. Y la respuesta podría ser que lo que ocurre en realidad es que el Ser Humano está intrusionando –Defossé utiliza esa palabra -cada vez más en áreas de interfaz urbano-rural. “Esto sucede en diferentes lugares del mundo, incluso en esta parte de la Patagonia andina. Yo diría desde Junín de los Andes o un poco más al Norte, hasta Corcovado. Es una gran zona urbano-rural, en la que cada vez más gente se instala a vivir.” Esta última afirmación de Defossé oculta un dato crucial para entender qué pasa con los incendios forestales actualmente. Pero antes de revelar ese dato crucial, hay otra información que es importante aclarar.

-¿Cómo se genera el fuego en ambientes naturales? -le pregunto a Marcela Godoy en su oficina del CIEFAP

-Un rayo, por ejemplo, que descarga cierta cantidad de electricidad, hace chispas y se puede encender fuego. Pero eso es una parte. Para que exista el fuego tiene que haber tres componentes. Se lo llama Triángulo del Fuego. Tiene que haber oxígeno, combustible y una fuente de ignición. Y la Naturaleza necesita del fuego, porque es una de las formas que tiene de consumir la materia orgánica que está muerta. Pero, además, los seres vivos se fueron adaptando al fuego. Entonces, muchas veces necesitan que ocurra el fuego para poder subsistir. Por ejemplo, en Estados Unidos estudiaron a unas lechuzas que anidan solamente en los palos quemados. Cuando se suprime el fuego y ya no hay palos quemados, estas lechuzas no tienen dónde anidar y van desapareciendo. Entonces, los ratones, que eran presas de las lechuzas (es decir, las lechuzas se comen a los ratones), empiezan a explotar en gran cantidad y se convierten en plagas y se produce un desequilibrio. El fuego es un ordenador de muchos ciclos biológicos. Además, el fuego hace que el árbol quemado también pueda caerse, se empiece a degradar; entonces aparecen hongos saprófitos (o sea, que se nutren de la materia muerta), también hay insectos que oviponen en los troncos quemados, que empiezan a vivir.

-¿Hay otros ejemplos?

-Muchos. En el Parque nacional El Palmar se suprimieron los incendios durante mucho tiempo, hasta que se dieron cuenta de que había muchas especies invasoras, y que la palmera estaba extinguiéndose. La palmera está adaptada al fuego. Entonces, ahora hacen quemas prescritas para que la palmera pueda seguir subsistiendo.

En casi todos los ecosistemas terrestres, siempre estuvo presente el fuego. Eso dice Guillermo Defossé. Y agrega un dato: lo que varía es la recurrencia. “En algunos lugares la recurrencia es muy corta, y en otros, más larga. Por ejemplo, hay estudios que dicen que en el bosque andino patagónico, los incendios se producen cada ochenta o cien años. Eso lo podemos ver con el incendio de Cholila de 2015, que hay un mapeo del incendio que se produjo en 1914, y cuando uno compara las imágenes, ve que se quemó la misma zona. Pero en la estepa, el fuego es más frecuente, aunque menos severo.” Defossé hace un silencio abrupto, que dura uno, dos segundos. Mira un punto fijo, como buscando palabras. Después me mira a los ojos para asegurarse de que tiene mi atención, y me dice que para entender lo que sucede con los incendios forestales, antes hay que aclarar algo. “El fuego estuvo siempre en la Naturaleza, es un elemento más.”


Guillermo Defossé, durante una charla en Esquel, organizada por el Centro de Investigación Esquel de Montaña y Estepa Patagónica

Supresión de incendios

En el año 1961, en Montana (EEUU), algo terrible sucedió. Históricamente, los grandes incendios forestales no eran frecuentes en esa parte de las Montañas Rocosas. Pero después de veinte años de políticas de supresión de incendios, el fuego llegó y nadie lo pudo frenar. Lo llamaron El Niño Durmiente y fue el incendio más grande que se registró en la región. 

La supresión deliberada de incendios sostenida en el tiempo hace que, progresivamente, se vaya acumulando biomasa, hojarasca, es decir, el combustible, uno de los componentes del triángulo del fuego. En algunas provincias argentinas como Córdoba, esta política se mantiene a rajatabla. Cada vez que hay un pequeño incendio, se busca apagarlo rápidamente. Así, pasaron varias décadas en las que fue creciendo desproporcionadamente la biomasa. Entonces, cuando ocurre una ignición y las condiciones ambientales y climáticas son ideales, boom, el fuego es imparable. Un caso emblemático es el del Parque Nacional Yellowstone en 1988. El incendio duró casi tres meses. Y a pesar de que Estados Unidos puso todos sus recursos disponibles para apagarlo, no hubo forma de frenarlo. El fuego recién se extinguió cuando llegaron las primeras nevadas. Así lo analiza Godoy: “Se pensaba que el fuego no era parte del ecosistema, y tenían una política que era que antes de las diez de la mañana tenían que tener todos los fuegos apagados. Eso lo hicieron durante cien años. En todo ese tiempo, lo que hicieron fue acumular combustible, para que cuando viniera un chispazo, eso fuera imparable. Y lo fue. Duró tres meses y se apagó cuando llegaron las primeras nevadas. Eso le costó la cabeza a un montón de políticos.” 

Hace unos años, Marcela Godoy viajó a Estados Unidos para participar de un programa de quemas prescritas. Se hacían sobre bosques de pino ponderosa.

-¿Qué es una quema prescrita?

-Se planifica con anterioridad. Es un plan escrito que tiene objetivos para la quema en sí y para el paisaje. Ejemplo: vamos a quemar el 20% del combustible grueso, el 50% del combustible fino y el 20% del mediano. Hay un marco de seguridad, que se coordina con los brigadistas, se avisa a la sociedad, hay ambulancia en el lugar. Y se hacen cuando no es posible que ocurra un fuego natural. Acá, por ejemplo, que los veranos son secos, calurosos y ventosos, se hacen en otoño invierno, cuando hay bastante humedad y menos viento. Así, la peligrosidad baja mucho, el manejo del fuego es más óptimo y es posible de contener.

Sola contra el fuego

En 1973, María del Carmen Dentoni recibió el título de Licenciada en Ciencias Meteorológicas en la UBA. Pero al principio no supo bien qué hacer con eso. “La carrera tenía una impronta militar, porque el Servicio Meteorológico dependía de la Fuerza Aérea. Y la verdad es que yo no quería. Así que vi la oportunidad y me fui de Buenos Aires a Madryn con una beca del CONICET.” María del Carmen tiene los recuerdos bien frescos. Reconstruye su historia en un relato cronológico preciso, ordenado. Pareciera que está conforme con la vida que fue armando. Dice que al principio no sabía bien qué hacer. Que la beca no resultó como esperaba, que se puso a dar clases, que conoció a Defossé y que formaron una familia, que viajaron a Idaho para que su marido hiciera sus primeros estudios en ecología del fuego (allí Defossé obtuvo su Maestría en Ecología del Fuego) entre 1984 y 1987, y que, hasta ahí, las cosas le iban sucediendo como sucede la vida. “Cuestión que en un segundo viaje que hicimos en 1994 para que Guillermo terminara su doctorado que había quedado inconcluso en 1987, me invitaron a tomar un curso para pronosticadores de incendios, que me permitió ver todo el espectro. Desde los modelos más complejos para el pronóstico, hasta cómo había que hablarle a un combatiente para transmitirle mejor la información.” Hace una pausa, como para recordar, como para reordenar, como para entenderse a ella misma. Volvieron de Estados Unidos. De Madryn se mudaron a Esquel. Promediaba la década del ‘90 y en la Patagonia Norte empezaban a formarse escuadras de combatientes de incendios. De hecho, por ese entonces se armó el Plan Nacional de Manejo del Fuego, que hoy se denomina Servicio Nacional de Manejo del Fuego, del que María del Carmen formó parte desarrollando los Programas Nacionales de Apoyo Meteorológico al Manejo del Fuego y Evaluación del Peligro de Incendios / Alerta Temprana, entre otras actividades. Aquella desmotivación que había sentido después de haberse recibido, se había dado vuelta. Ahora, su formación como meteoróloga cobraba otro sentido. “Antes de irnos a EEUU, el 14 de enero de 1994, y justo cuando yo empezaba a pensar en incendios, sucede el accidente de los bomberos de Madryn. Murieron 25, quemados, en un incendio de campo. Esto sucedió un mes antes de irnos. En mi vida, y en mi carrera, este accidente le pone un motivo.”  

-Cuando habla de mirar todo el espectro, ¿a qué se refiere?

-A una cuestión conceptual: que los servicios de manejo del fuego deberían mirar todo el espectro. Por ejemplo, en el caso de los bomberos de Madryn o en el de las chicas de Baradero, si hubieran estado insertos en un servicio que tuviese una visión de manejo, esa gente no hubiera ido a esos incendios. O no se hubiera acercado de esa manera porque, básicamente, no amenazaba nada. Entonces, lo que digo es que si ahí hubiese habido una cuestión conceptual de manejo, que no sea cuando hay fuego salgo, esa gente no hubiera ido. No se hubieran muerto.

-¿Cuál es su mirada acerca del fuego en la Naturaleza?

-Es un componente más. Un rayo puede dar origen a un fuego, que no se detecta enseguida. Puede suceder que el rayo no prenda el combustible fino. Prende un tronco que, aunque esté lloviendo, queda en combustión. Cuando el resto se seca y hay un poco de viento, empieza a propagar. Es parte de la Naturaleza. Esos incendios interactúan con la atmósfera de manera muy complicada, sobre todo, los grandes incendios que interactúan con la alta atmósfera.

-¿Cómo?

-A través de la columna. Es como una chimenea. Cuando el incendio desarrolla una columna convectiva importante, lo que empieza a afectar al fuego no es lo que pasa abajo, sino lo que pasa arriba. Esas columnas, además de material prendido, tienen corrientes ascendentes y descendentes que llegan al fuego y le cambian su dirección de propagación y, en un momento, colapsan. Cuando eso sucede, generan un desparramo de fuego alrededor. Para el que está trabajando abajo, esa interacción es compleja y peligrosa. El caso de Madryn fue uno de esos. El fuego propagaba en una dirección en superficie y el viento arriba estaba cruzado. Cuando ese viento bajó, agarró a los chicos. En esa época, esto no se sabía. Por eso, el brigadista tiene que ser una persona con mucha formación. Y quien lo dirige, más aún.


María del Carmen Dentoni, Lic en Ciencias Meteorológicas.

La paradoja de la interfaz

El 9 de marzo de 2021 hubo un incendio en la Comarca Andina del Paralelo 42. En realidad, fueron varios focos que se iniciaron con pocas horas de diferencia. Se quemaron 511 casas, y 392 presentaron pérdidas totales. “En un momento parecía Apocalipsis Now, con llamas de veinte metros, el fuego avanzando sobre las casas, la gente corriendo, llorando, desesperada”, recuerda Nir Ekdesman, habitante de El Bolsón. Ese día, Pablo Alcorta y sus compañeros trabajaban para apagar otro incendio que llevaba varias semanas activo, en una zona conocida como Cuesta del Ternero. Pablo es brigadista del SPLIF (el Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales de Río Negro). Sentado a la mesa de un café en El Bolsón, repasa aquel suceso. “Por un lado, la zona atravesaba entre seis y siete meses con un déficit de precipitaciones. Es decir que llovía el mínimo, o por debajo del mínimo, lo cual, predispone al combustible, es decir, la vegetación, para arder más fácilmente. Hacía mucho calor, la humedad relativa bajó y entró un frente frío. Además, soplaba mucho viento. Es decir que las condiciones eran ideales para el fuego. Y así sucedió. Estábamos a treinta kilómetros de Golondrinas, y cuando vimos la columna de humo, sabíamos que iba a ser un desastre.”

Esa vez, Nir dijo al pasar: “No es que se quema un bosque aislado en la remota Patagonia. Se le está quemando la casa a tu vecino”. Se incendia un bosque con casas en el medio.

Según explica Marcela Godoy, en la Comarca Andina del Paralelo 42, en los últimos 40 años la interfaz urbano-rural aumentó un 80% su superficie. Allí hay 11.100 hectáreas más de interfaz, y 12.500 casas más que antes. “12.500 casas más que cuidar”, dice. Cada vez más gente se va a vivir al medio del bosque. Literal. Bueno, o casi. Porque se le dice INTERFAZ a un área de cascos urbanos que limita con la vegetación. Hay una diferencia con la INTERMIX, que es la zona de casas que están mezcladas entre la vegetación. 

A este dato se le suma otro, mucho más inquietante. Godoy desarrolló un estudio que da cuenta de dónde se produce la mayor cantidad de igniciones. Gracias a una beca del CONICET, Marcela había viajado a la Universidad de Winscosin para aprender a elaborar un mapeo de vegetación y casas y, de esa forma, entender mejor a los incendios de interfaz urbano-rural. En esa investigación, la ingeniera tomó un área de 400.000 hectáreas de esta parte de la Cordillera patagónica y concluyó que en el 6% de ese territorio se produce el 77% de las igniciones. Ese 6% de territorio corresponde a las zonas pobladas de la Comarca Andina del Paralelo 42, entre El Bolsón, El Hoyo, Lago Puelo, Epuyén, El Maitén (áreas de interfaz urbano-rural). Es decir que la mayoría de las veces que se inicia un incendio en esta región, sucede en las zonas habitadas. El estudio fue publicado por el International Journal of Wildland Fire en 2019.

-Necesito volver al inicio de esta entrevista. ¿El fuego es parte de la Naturaleza?

-Sí, el fuego es parte de la Naturaleza.

-El Ser Humano ¿es parte de la Naturaleza?

-También, sí. Entiendo a dónde vas. Antes se diferenciaba si el fuego había sido provocado por el ser humano o por un fenómeno natural, pero eso cambió, porque ocurre permanentemente. Hoy en día, los puntos de ignición son mucho más frecuentes en los lugares en los que viven personas que, por ejemplo, los de un rayo. Pero como hay combustible y se dan las condiciones meteorológicas para que el fuego se propague, el incendio ocurre igual. Obviamente es importante saber la causa. Pero el incendio iba a ocurrir igual.

La ingeniera forestal Corina Graciano es entrevistada en el programa Todo tiene un porqué, de la TV Pública, y allí marca una diferencia conceptual respecto al origen del fuego. Dice que hay causas naturales, como un rayo, o causas antrópicas, es decir, fuegos iniciados por personas. Y en ese último punto, marca una subcategoría: intencionales y sin intención. 

-Dentro de los incendios intencionales, están los que suelen vincularse a intereses inmobiliarios o a prácticas agropecuarias. ¿Cómo evalúa esos fuegos? -le pregunto a Guillermo Defossé. 

-En las áreas de interfaz urbano rural, el fuego no es lo más importante, aunque parezca mentira. Obviamente, es importante en las que nosotros intrusionamos en ecosistemas proclives a que se desarrollen incendios, como en algunas regiones de Córdoba o de la Patagonia Andina. Pero fijate que hay un estudio de un profesor de Estados Unidos que dice que las interfaz han crecido de seis millones de habitantes en 1960, a cerca de 120 millones en 2015, sólo en Estados Unidos. Más de la mitad de las interfaz urbano rural no se queman, y son las que están en ambientes húmedos, donde la humedad relativa es siempre muy alta, como en un country en Buenos Aires, por ejemplo, donde es muy difícil que suceda una ignición. O en zonas de países de Centroamérica. En todo caso, ahí el problema es la deforestación, más que los incendios. Es decir que dentro de los problemas ambientales que hay en las interfaz urbano rurales, en algunas de ellas están los incendios de vegetación y en muchas otras, la deforestación. Por alguna razón, los medios ponen más atención en esos incendios que en las deforestaciones, como en el Oeste de Estados Unidos, o mismo nuestra zona andino patagónica. Es de esos incendios que tenemos noticia. No así en lugares como La Pampa, donde se quema un millón de hectáreas por año para mejorar las pasturas, y a nadie le interesa. Esos fuegos, que imitan lo que sucede de forma natural, no sólo mejoran las pasturas para la agricultura sino que, además, mantienen en buen estado el caldenal, para que no se arbustice. Y por otro lado, una parte de la sociedad se rasga las vestiduras porque hay intereses inmobiliarios. Por supuesto que hay intereses inmobiliarios, pero es ilógico que alguien queme un bosque para hacer un loteo, porque ese bosque se va a recuperar en ochenta años, y el que compra un lote ahí quiere disfrutar de vivir en el bosque hoy. Por eso creo que hay una contradicción en ese punto, amplificada por los medios. 

Incidencia sobre el combustible

Uno de los tres componentes del triángulo del fuego, del que hablaba Godoy, es el combustible. En Estados Unidos, un país que lleva muchas décadas estudiando casos de incendios forestales, llegaron a una conclusión. Y Defossé la expone de esta manera: “No alcanza con que el Estado haga todo lo que tiene que hacer. Si no está involucrada la sociedad en su conjunto, no hay éxito. Eso está medido. Te doy un ejemplo. Pensemos en un barrio que hace todas las medidas que corresponden, que se recomiendan. Cuando todos los habitantes hacen eso, la efectividad de esas medidas cuando llega un incendio, alcanzan a proteger el 80 y a veces el 90 por ciento del daño posible.” 

Los incendios en ambientes naturales ocurrieron desde el origen del planeta, y van a seguir ocurriendo. El aumento de zonas de interfaz urbano-rural trae como consecuencia no deseada que haya cada vez más igniciones. Defossé cree que es clave que el Estado y la sociedad en su conjunto se unan para evitar daños en bienes y personas cada vez que llega un incendio. Que deben juntarse el gobierno y la oposición y que entiendan que esto es un problema de Estado. Y de Estado incluyendo a la sociedad. «La salida es colectiva», piensa Pablo Alcorta.

Hay una información que corre por los medios y las redes: los incendios forestales son producto del cambio climático y del calentamiento global. Y es cierto, pero solamente en parte. Cuando una información como esa se repite de forma sostenida a lo largo del tiempo, las audiencias pierden la capacidad de asombro (¿y de reflexión?) frente a ese dato y, consecuentemente, la motivación para hacer algo. Todo es culpa del calentamiento global. Es ahí cuando el enemigo se torna invisible. Al respecto, Defossé reflexiona. Piensa unos segundos y luego menciona un caso, uno solo de entre miles. Al Sur de El Hoyo había una maderera (MANOSA, Maderera del Noroeste S.A). El Estado le había permitido explotar el bosque nativo con la condición de que plantara árboles de crecimiento rápido (exóticos). En la década del ‘90, la empresa entró en quiebra y el juez a cargo dictaminó que no debía tocarse nada en los terrenos que eran de dicha compañía. Pasaron los años, ese bosque exótico creció desproporcionadamente, al igual que la biomasa que fue generando. Cuarenta años después vino un incendio y arrasó no sólo con ese bosque, sino que afectó gravemente a zonas aledañas. No es el cambio climático. Son las decisiones que se toman hoy las que condicionan el futuro. Repetir hasta el cansancio que el cambio climático es el responsable de los incendios forestales (o que hay un ecocidio) es poner la responsabilidad en un enemigo invisible. La problemática es más compleja y exige un análisis que tenga en cuenta otros factores. Tal vez sea mejor plantear preguntas como qué rol cumple o debería cumplir el Estado, qué puede hacer la sociedad civil para minimizar los riesgos sobre bienes y personas, o cómo deberían actuar los gobiernos frente al avance constante de los intereses económicos que arrasan con bosques, selvas y humedales.

Al final de la segunda entrevista con Marcela Godoy, la ingeniera pide reflexionar sobre esta información: “Por cada dólar que se destina a prevención, se ahorran entre cincuenta y cien en supresión. Apagar un fuego es carísimo. Está bien que el fuego ocurra en lugares de Naturaleza, pero no donde vivimos.” Después se disculpa y dice que debe que volver al pueblo, que tiene una reunión. Afuera llueve con viento. Marcela se sube al auto pero el motor no arranca. Recién en el quinto intento, la chispa logra la combustión,  se mueven los pistones y el sistema gira. «A veces hace esto, no quiere arrancar.» El trayecto del CIEFAP a Esquel se cubre en menos de 15 minutos. En ese lapso, dice que duda si fue lo suficientemente clara. «Es que el tema es tan complejo y hay tanta desinformación que a veces es difícil explicar ciertos aspectos. Creo que lo más importante es que la gente pueda conocer mejor de qué se trata el fuego en la Naturaleza y no crea todo lo que dicen los medios y las redes sociales. ¿Te dejo en esta esquina?»



 

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