Siempre me atraparon las historias de exploradores perdidos. Historias fascinantes y enigmáticas de quienes buscaron nuevos limites o territorios inexplorados; fantasmas en las arenas eternas del tiempo…
Escribe Fede Svec.
Si tengo que elegir me quedo con tres, ya legendarias:
1- la historia de George Mallory (foto abajo, izquierda) y Andrew “Sandy” Irvine (foto abajo, derecha), dos montañistas británicos que en 1924 desaparecieron en la Cara Norte del Everest en el intento de ser los primeros seres humanos en pisar el techo del mundo;
2- la de Amelia Earhart, la famosa aviadora estadounidense que en 1937, intentando el primer vuelo alrededor del mundo siguiendo la línea ecuatorial, se perdió en la inmensidad del océano Pacífico, cuando intentaba llegar a la pequeña isla de Howland.
3- la del arqueólogo británico Percy Fawcett. Se había obsesionado con encontrar una ciudad perdida y una civilización desconocida. Durante una expedición de 1925, junto a su hijo Jack y su amigo Raleigh Rimmell, desapareció sin dejar rastros en una región inexplorada de la selva amazónica. Fawcett inspiró la creación de un famoso aventurero explorador de ficción: Indiana Jones.
Los fantasmas del Everest
“La suerte está echada. De nuevo por última vez avanzamos por el glaciar de Rongbuk en pos de la victoria o de la derrota final.» Últimas anotaciones de George Leigh Mallory, junio de 1924.
Desaparecieron entre las nubes el 8 de junio de 1924. Sin embargo, uno de esos exploradores perdidos apareció 75 años después, sobre la Cara Norte del Everest, a 8.143 metros de altitud. Su cadáver estaba congelado, momificado por las condiciones climatológicas extremas de la montaña y parcialmente devorado por los goraks (una especie de grandes cuervos de los Himalayas).
Era el principal protagonista de esta historia, y si bien su cuerpo yace ahora en una tumba improvisada con las rocas de la montaña más alta del mundo, su espíritu sigue vagando allí… Se llamaba George Mallory.
Primero vamos a conocer un poco a los protagonistas de esta historia de desapariciones, que comienza el 8 de junio de 1924. En aquel momento del siglo XX, George Leigh Mallory era el montañista más destacado de Gran Bretaña. Le faltaban diez días para cumplir los 38 años cuando encaró su odisea final, la cima del monte Everest.
Sandy Irvine era un estudiante de ingeniería en Oxford y tenía 22 años en el momento de la expedición. Desde 1924, historiadores y estudiosos del Everest se preguntan porqué Mallory lo eligió para el segundo intento de llegar a la cumbre, en lugar de a Noel Odell, otro compañero de expedición que tenía mucha más experiencia en montaña, estaba bien aclimatado a la altura por las semanas previas pasadas en el Himalaya y en excelente condición física.
Irvine tenía muy poca experiencia en montaña, sólo una exploración a la isla de Spitzbergen, pero era un gran compañero, fuerte, muy trabajador y con un espíritu indomable. Pero el punto decisivo en la elección fue que era un genio de la mecánica, que se las había arreglado sobre el terreno para desarmar el sistema de oxígeno, modificarlo y hacerlo un poco mas liviano. De todas formas, esos antiguos equipos pesaban unos 13 kilos, más del doble de los actuales, eran poco fiables y suministraban unas tres veces menos oxígeno. Aunque en un principio dudó de su eficacia, Mallory había decidido usar el sistema de oxígeno en su ascenso porque llegó a la conclusión que le permitiría, por lo menos, duplicar la velocidad de ascenso.
En 1865, la montaña recibió el nombre Everest para honrar al coronel británico Sir George Bestin Everest. Hasta 1865 fue conocida como Pico XV. En Nepal recibe el nombre de Sagarmatha (diosa del cielo), y en China, Chomolungma o Qomolangma Feng (madre del universo)
Los primeros en tomar el desafío de llegar a lo más alto del gran gigante de los Himalaya fueron los británicos. La primera expedición de relevamiento fue en 1921; la segunda, con intentos de cumbre, en 1922 y la tercera, en 1924. Mallory fue el único escalador que había estado en todas y el Everest se había convertido en su obsesión. Es esa época las expediciones no eran iniciativas privadas sino emprendimientos a nivel nacional, donde estaba a prueba el prestigio y el honor del país. El general Charles Bruce, jefe de la ultima expedición de 1924, dijo tiempo después de Mallory: «Fue el mayor antagonista que nunca ha tenido o parece que vaya a tener el Everest”.
Su relación con el alpinismo comenzó un poco tarde, a los 18 años, cuando terminaba su último año en el Winchester College, pero se dedicó en cuerpo y alma escalar en los Alpes durante sus años en la Universidad de Cambridge. Su mentor fue Geoffrey Winthrop Young, el mejor alpinista británico de la generación anterior a la de Mallory. Entre sus amigos de universidad que llevó a los Alpes estaba el luego famoso novelista Robert Graves. Sus compañeros de Cambridge coincidían en decir que era el mejor escalador de roca que jamás habían visto, con un sentido de equilibrio extraordinario y gran elegancia. “Los movimientos que hacía al escalar eran totalmente personales”, escribió Geoffrey Winthrop Young en su libro On High Hills. En 1909 Mallory sufrió una caída que él consideró de menor importancia. No fue en una arriesgada escalada en los Alpes, sino en un simple paseo con sus hermanas y unos amigos cerca de la casa de sus padres en Birkenhead. Según cuenta su principal biógrafo, David Robertson, vio una pequeña pared de arenisca en una cantera y no pudo resistir la tentación de escalarla. Pero se terminó cayendo y se lesionó su tobillo derecho. Mallory pensó que era una simple torcedura, pero pasaron los meses y no se terminaba de curar porque era una fractura. Tantas molestias le causaba que cuando partió al frente en la Primera Guerra Mundial lo terminaron licenciando por invalidez.
Siete años después, en su última expedición al Everest, en mayo de 1924, esta lesión pudo haber sido crucial en su intento de alcanzar la cumbre.
EL SEGUNDO ESCALÓN: ¿LA CLAVE?
Una cosa es segura: ya había perdido una parte de su extraordinaria habilidad para escalar en roca y enfrentar al formidable adversario que lo esperaba en el camino hacia la cumbre del Everest sobre la Cresta Nordeste: “el Segundo Escalón”, una difícil barrera de 24 metros de altura.
Actualmente hay buenas cuerdas sintéticas, livianas y fuertes, además de otros elementos técnicos de escalada para poder superarlo; hasta hay una escalera sobre el tramo más difícil, de unos ocho metros, que una expedición china colocó en 1975. Pero Mallory y su compañero Sandy Irvine sólo tenían una corta soga de cáñamo para ayudarse y tendrían que haber intentado escalar en libre, o sea. sólo con el esfuerzo de manos y piernas, el temible segundo escalón. Un hecho que Conrad Anker (el escalador de elite estadounidense que participó de una expedición de búsqueda en 1999 y encontró los restos de Mallory, un poco por casualidad, como él mismo cuenta en su libro “El Explorador Perdido”) considera muy improbable. Él mismo lo intentó, pero no pudo subirlo de esa manera.
Ese escollo es el principal argumento de los que sostienen que la cima del Everest no fue alcanzada en junio de 1924, pero otros expertos del pasado y actuales siguen creyendo que sí, porque afirman que Mallory era Mallory y para él nada era imposible…
La mayoría de los intentos de ascenso se acomete en abril y mayo, antes del monzón, porque hay un cambio en el Jet Stream que reduce la velocidad del viento en el Everest.
Otro tema de discusión es el uso de oxígeno embotellado para los ascensos al Everest. Hasta 1921 no se sabía nada de cómo afectaba al cuerpo humano la actividad física a altitudes extremas donde escaseaba en el aire. En 1924, durante la tercera expedición británica y cuatro días antes de la ascensión de Mallory e Irvine, Teddy Norton, sin usar oxígeno adicional en tanques, alcanzó una altura de 8.578 metros, antes de desistir de su intento a sólo 270 metros de la cumbre. ¿Pero sería posible sobrevivir más tiempo en la llamada “zona de la muerte”, por arriba de los 8.000 metros? La respuesta llegó recién muchos años después, en 1978, cuando el tirolés Reinhold Messner junto al austríaco Peter Habeler, consiguieron llegar a la cumbre sin usar botellas de oxígeno. Messner lo repetiría dos años después y ¡en solitario!, una proeza realmente única…
Como les contaba antes, Mallory había decidido usarlo porque pensaba que le permitiría duplicar su velocidad de ascenso. Pero hay varias preguntas que puedo hacerme al respecto. Primera, ¿le alcanzaría el suministro de las dos botellas que llevaba cada uno de los montañistas para ir desde el Campamento VI a 8.147 metros y luego, lo más importante, para retornar a él desde la cima? La segunda era si el sistema funcionaría durante todo ese tiempo o terminaría fallando en algún momento. La tercer pregunta: ¿compensaría la ventaja de usar oxígeno para aumentar la velocidad de progreso, o el gran peso que tendrían que cargar sobre sus espaldas (13 kilos no es poco), terminaría haciendo su marcha demasiado lenta? Y, por último, para subir el tramo del Segundo Escalón, tendrían que haberse sacado los equipos para poder hacerlo, y no sé si también en el Primer Escalón, que tiene menor dificultad. Hay tres escalones sobre la arista Nordeste antes de la pirámide final que lleva a la cumbre del Everest. Hay un camino alternativo a la cresta Nordeste, que es el que tomó Teddy Norton, pero que tiene también un tramo final tan o más complicado que el Segundo Escalón. En todo caso los montañistas se esfumaron de la gran montaña, generando la duda de si llegaron o no al punto más alto de la Tierra, el “tercer polo”, como lo llamaban.
En cuanto al resto del equipo individual (la ropa, con múltiples capas de algodón, seda y lana y un gorro como de aviador de cuero y piel interior), no sería tanto el problema comparado con la indumentaria actual. El problema eran las botas, de cuero con suela claveteada, con mucha menos aislación térmica que las botas triples actuales. Si bien existían unos rudimentarios grampones, se fijaban con cintas de cuero que no podían apretarse mucho, para no facilitar las congelaciones en los pies. Así que no ofrecían una base muy estable, y Mallory no los llevaba. Las suelas claveteadas podría haber causado bastantes problemas de agarre sobre nieve dura o hielo.
El último en ver con vida a los dos expedicionarios fue su compañero Noel Odell, aproximadamente a las 12,50 del 8 de junio. Él mismo lo cuenta así: “Subí a un pequeño despeñadero a 7.930 metros, al mismo tiempo que las nubes que cubrían al Everest se disipaban repentinamente. Ví con detalle toda la cresta de la cumbre y el pico que corona la montaña. En una ladera de nieve que conduce al que parecía el penúltimo escalón desde la base de la pirámide final, descubrí una figura diminuta; la seguía una segunda figura y después de trepar por el escalón, pude ver que avanzaban con gran rapidez. Una escena que pude vislumbrar por breves instantes. Luego, las nubes se cerraron”.
Odell, a continuación, subió al Campamento VI a esperar a sus compañeros y se quedó hasta que comenzaba a oscurecer, sin que aparecieran. Por tres días repitió el gran esfuerzo de subir hasta el campamento pero, al no encontrar ningún rastro de los montañistas, mandó una señal al Campamento Base Avanzado, confirmado la pérdida de Mallory e Irvine. Él suponía que algo había sucedido en el descenso desde la cumbre de los dos héroes, como así también lo pensaban el resto de los integrantes de la expedición de 1924.
TESTIMONIO DE CUMBRE
La polémica sigue, porque faltan pruebas, el llamado “testimonio de cumbre”. El principal sería la ya famosa cámara Kodak Vestpocket con las fotos de la cima, y ahora hablaremos de ella. Sabemos que Mallory no la llevaba encima cuando encontraron sus restos, pero no podemos estar seguros si no se desprendió de su cuerpo durante la fatal caída.
¿Tendría la Kodak Sandy Irvine? En 1975, Wang Hongbao, miembro de una masiva expedición china al Everest por la Cara Norte, afirmó haber encontrado el cuerpo de un inglés antiguo muerto. Debería ser Sandy Irvine. Pero Wang no pudo ampliar su afirmación porque al día siguiente de hacerla se lo llevó una avalancha y desapareció. Lo único que alcanzó a decir es que estaba a unos 20 minutos de marcha desde el Campamento VI de los chinos que, al parecer, estaba en una ubicación distinta al británico, a unos 8.235 metros.
Y hay una hipótesis que hago mía y no sé si hay alguien mas que la planteó. En la década de 1950 estábamos en plena Guerra Fría entre las potencias occidentales y los países del bloque comunista. La independencia del Tíbet se terminó con el ascenso de los comunistas en China. El 7 de octubre de 1950, miles de tropas enviadas por Mao Zedong invadieron su territorio. Parte de esta historia se puede leer en el libro Siete Años en el Tíbet, del escalador austriaco Heinrich Harrer, el primero en conseguir llegar a la cumbre vertical de la Cara Norte del Eiger en 1938. Era el último gran desafío de los Alpes que no había sido superado. Harrer estaba en los Himalayas con una expedición alemana para intentar subir el Nanga Parbat cuando estalló la guerra. Fue tomado prisionero por los ingleses pero consiguió escapar y se refugió en el Tíbet, donde se hizo amigo del actual Dalai Lama, quien entonces era un niño.
A 800 metros de la cumbre, en la zona de la muerte, yace más de medio centenar de montañistas que fallecieron en el intento. Uno de los cadáveres más famosos es El Saludador, apodado así porque quedó petrificado con un gesto como de saludar con los brazos.
Volviendo al Everest y mi hipótesis: desde 1938, año de la última expedición británica antes de la II Guerra Mundial y hasta 1979, cuando la República Popular China permitió a los extranjeros occidentales el acceso a la montaña, ninguno pudo transitar la Cara Norte del Everest…
Durante mucho tiempo se habló de una expedición secreta soviética al Everest en 1952. Luego se dijo que era falsa, pero eso es sólo una conjetura. Tenemos testimonio de una gran expedición china en 1960 que afirma haber llegado a la cumbre, aunque se cuestiona esto en la mayoría del mundo. El hecho es que la propaganda política era el objetivo fundamental del bloque rojo; querían ser los primeros conquistadores de la montaña más alta del mundo, sin escatimar recursos ni medios. Creo que de haber encontrado un testimonio de cumbre, la cámara o alguna cosa en la cima, no habrían dudado en ocultara o hacerla desaparecer, porque sería una derrota para sus objetivos. Pero, como dije antes, es solo una hipótesis, aunque tiene su lógica…
Pero supongamos que la cámara Kodak sigue en el cuerpo de Irvine. Todas las expediciones de búsqueda que continuaron a la de 1999 fueron infructuosas…Lo último que se está pensando es que una gran avalancha puede haberlo arrastrado al fondo del glaciar de Rongbuk, así que el enigma sigue en pie.
La fascinación por George Mallory sigue plenamente vigente, tanto es así que está próxima a estrenarse la película Everest, una ficción histórica basada sobre el libro La Senda de la Gloria, del escritor Jeffrey Archer. El reconocido Doug Liman dirige el film, con Ewan McGregor en el papel de Mallory.
Lo que se puede decir ahora es que hay una tendencia a olvidarse del hecho de la conquista y el récord, para honrar a Malloy e Irvine por quiénes fueron y por lo que consiguieron en su época con los recursos que tenían, en resumidas cuentas algo increíble… ✪
Los libros relacionados que hay que leer
The Lost Explorer –Finding Mallory on Mount Everest; Conrad Anker & David Roberts. En español, El Explorador Perdido, de Ediciones Península.
Para esta nota fue el principal material de consulta. Conrad Anker es el escalador de elite que encontró el cuerpo de Mallory en la expedición de búsqueda organizada en 1999. El material histórico se debe a David Roberts, también escalador y compañero de escalada de Rick Millikan, nieto de George Mallory.
Los Fantasmas del Everest – La Busqueda de Mallory; Jochen Hemmleb. Larry A. Johnson y Eric R. Simonson; Plaza & Janés. Otro excelente libro sobre el tema.
Everest sin oxígeno; Reinhold Messner; Editorial RM (Barcelona, 1979). Testimonio del más grande escalador de los gigantes del Himalaya de todos los tiempos.
La Escalada del Everest; George Mallory. Editorial Desnivel.
Para el escritor y montañista Jon Krakauer, subir al Everest es un acto intrínsecamente irracional, un triunfo del deseo sobre la cordura.