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El idilio de cantar y viajar

Un libro que cuenta la historia de un viejo que leía novelas de amor en la selva amazónica, una película sobre la cultura del viaje y una música que te transporta a escenarios naturales. Un libro, una peli, una música. 


Un libro

El escenario es un asentamiento que se llama El Idilio, en lo profundo del amazonas ecuatoriano, a la vera del río Nangaritza. Una serie de situaciones (la vida) llevó Antonio José Bolívar Proaño a probar suerte hasta ese lugar. “El cielo era una inflada panza de burro colgando amenazante a escasos palmos de las cabezas. El viento tibio y pegajoso varía algunas hojas sueltas y sacudía con violencia los bananos raquíticos que adornaban el frontis de la alcaldía.” Así empieza Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda (Tusquets, 1989).

Cierto día aparece en el muelle de El Idilio el cadáver de un gringo. Lo había traído un grupo de Shuar, habitantes originarios de estas selvas. Ese muerto activa una historia, la de la novela. Pero dispara mensajes filosos, incómodos, urgentes, imprescindibles. Por un lado, hay una inversión de civilización y barbarie. Los Shuar llevan cientos (¿miles?) de años viviendo en la selva. Mientras ellos la ven como su hogar, los que vienen del mundo civilizado la entienden como un ser amenazante. Van con armas para cazar animales. Hasta que un día, matan al bicho equivocado. Error.

También hay un dentista que va dos veces por año a arreglar dentaduras, y que lleva novelas de amor (“del verdadero, del que hace sufrir”), las favoritas de Antonio José Bolívar. Se lee de corrido, porque la historia avanza, te atrapa, te enamora, te hace decir “guau” a cada rato. Sepúlveda narra maravillosamente y logra que la lectora se entregue al relato.



Una peli

La vuelta al mundo en ochenta días cuenta la historia de un burgués que toda su vida vivió en Londres. Una noche en la habitual reunión de amigos, discuten acerca de cuánto se tarda en dar la vuelta al mundo. Phileas Fogg, el protagonista, dice que es posible hacerla en ochenta días. Sus amigos descreen, así que hacen una apuesta. Para demostrar su teoría, Fogg, quien jamás había salido de Londres, se va de viaje esa misma noche. La historia de una persona que, ya de adulta, sale de viaje por primera vez en su vida. De eso se trata La vida secreta de Walter Mitty, la película de 2013 dirigida y protagonizada por Ben Stiller. Los destinos son Groenlandia, Islandia y Pakistán. Walter Mitty va en busca de una foto que perdió y que es clave para su trabajo; es lo que hace avanzar la historia. La inocencia frente a lo nuevo acompaña al personaje; lo hace querible. La fotografía (de Stuart Dryburgh) es una preciosura. La música de José González, otra delicia. Creo que, para quienes nos gustan los viajes, la fotografía y las historias de amor, es la peli definitiva.


Un disco

Y por último, un disco para escuchar el domingo a la mañana: Gozar hasta que me ausente, de la argentina Paloma del Cerro. Imagino las primeras luces del día, la pava para el mate, un pan tostándose y la música dulce y profundamente latinoamericana de Paloma de fondo.

El disco es de 2011, fue nominado a los premios Gardel y habla de la necesidad de volver a conectar al Ser Humano con la Naturaleza. “Me preocupa la pérdida de contacto con la Naturaleza, porque cuando eso sucede, perdés contacto con tu esencia”, dice Del Cerro en una entrevista para Infobae. ✪



 

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