Si ponés a una rana dentro de un recipiente de agua hirviendo, esta saltará de inmediato hacia afuera. Pero si ponés a la rana dentro de un recipiente de agua fría, y lo vas calentado de a poco hasta que hierva, más vale que la saques, porque de lo contrario, morirá. Es una metáfora conocida para explicar lo que nos pasa con el cuidado del medioambiente: hasta que no nos afecte de forma directa, no reaccionaremos. Pero, ¿no será que ya estará hirviendo el agua y no nos estamos dando cuenta?
Escribe y saca fotos: Guille Gallishaw.
Intenté encontrar algún recuerdo respecto del cuidado del planeta en mis años de colegio, pero no hubo caso. O el tema no estuvo presente, o no fue lo suficientemente marcado como para que quede en mi memoria. La primera vez que vino el tema a mi mente fue a los veintipico, en la redacción de una revista en la que trabajaba, lo cual me da un poco de vergüenza. Pero hoy lo pienso y tiene lógica: el concepto de ecología es de finales de los sesenta, surgido en Estados Unidos; acá en Argentina empezó a ocupar un tímido lugar en los medios de comunicación recién a fines de los noventa. La buena noticia (para mí) es que Anita, mi sobrina que hoy tiene 13 años, aprendió en el colegio qué es la ecología, porqué es importante reciclar basura, y cosas como porqué no hay que dejar la canilla abierta si no se está usando. Es la generación del cambio en este y en otros temas centrales para la mujer y el hombre.
Como sea, hoy es el día de la Tierra. La idea surgió de un congresista de Estados Unidos en 1968, y se celebró por primera vez en 1970. El objetivo era llamar la atención sobre los riesgos que corría el planeta por las actividades humanas como el uso de pesticidas, la creciente producción de basura, la tala indiscriminada de bosque nativo y demás. Pero, claro, aquí en Argentina, tal celebración casi no tiene trascendencia. Y creo entender porqué: el problema no nos toca de cerca. Vivo en San Miguel, provincia de Buenos Aires, y a menos de diez kilómetros de mi casa está el basural más grande del Conurbano. Salvo a unos pocos cientos (es una estimación mía), a nadie le preocupa el tema. Y lo cierto es que, literalmente, nos tapa la basura. Los días de humedad y que sopla viento del Este-Sudeste, el olor a basura invade todo. Pero imagino que estamos acostumbrados. Hay otros temas que son más urgentes: pagar las cuentas, conseguir trabajo, ¡comer! Por eso, ¡a quién se le ocurre celebrar el Día de la Tierra!
La basura, el estado de los ríos, la reducción de bosque nativo por la expansión de la frontera agropecuaria, la generación y el uso de la energía, el uso que hacemos del transporte (público e individual), la falta del agua potable y el mal uso de la misma, la amenaza de especies… La lista de temas relacionados con el medioambiente es larga, pero creo que hay un factor común a la hora de entender porqué no nos preocupamos: no nos afecta de forma directa. Que desaparezca el yaguareté puede ser triste, pero no nos afecta de forma directa; si vivís en Buenos Aires, porqué debería importarte que en el Oeste de La Pampa o en Santa Fe y Santiago del Estero haya gente que no tiene agua potable; que en Catamarca o Salta, la megaminería trabaje sin controles tal vez nos haga decir «qué barbaridad», pero no más que eso. Creo que nunca nos importará el cuidado del medioambiente hasta que nos afecte de forma directa; o, no sé: tal vez nos está afectando de forma directa y, aún así, no nos mueve un pelo. Sólo por poner un ejemplo, en CABA y GBA tenemos todos los ríos contaminados y la población no se moviliza para ponerle un freno. Creo que encontrar la razón de la NO preocupación, podría ser un primer paso. O sea: ¿Por qué no nos moviliza?
En parte, creo que es porque no nos afecta en el día a día (o, al menos, eso creemos). Pero también creo que es por desconocimiento. Un amigo pensaba que no se puede amar lo que no se conoce. Parece una frase hecha, pero él la llevo a la práctica. Creó una fundación que se llama Conociendo Nuestra Casa. La llevó a cabo donde vivía, en Puerto Deseado, un pueblo de la patagonia santacruceña. La idea se le ocurrió cuando vinieron unos japoneses a cazar los delfines que había en sus costas, para luego venderlos a acuarios. Mi amigo fue el único que se opuso, incluso tirándose al agua para impedir algunas capturas. Por esos días, una empresa quería llevarse los vagones de un antiguo tren que había en Deseado. Un grupo de maestras entendía que eso era patrimonio histórico y cultural del pueblo, y se opuso. Mi amigo entendió que las maestras conocían la historia del lugar y el valor simbólico de esos vagones, y que por eso impidieron que se los llevaran. La fundación Conociendo nuestra casa busca que los niños y adolescentes conozcan en profundidad el lugar en el que viven: su historia y su cultura, pero también el entorno. Ya lleva casi cuatro décadas y el modelo fue replicado en otros lugares, incluso en Chile e Irlanda. De nuevo: no se puede amar y defender lo que no se conoce.
Mi amigo se llamaba Marcos Oliva Day (es el de la foto) y lo cité en esta reflexión porque creo que la respuesta a porqué no nos moviliza el cuidado del medioambiente es porque no lo conocemos a conciencia. Pero creo, que de a poco, eso va cambiando. Por eso cité más arriba lo que le pasa a Anita, mi sobrina de 13 años. Por eso escribo estos pensamientos; y lo hago sabiendo que no es el texto más atractivo para hablar del cuidado del planeta (y de nuestro entorno más cercano), pero ya se me van a ocurrir mejores ideas para comunicar el mensaje. Tal vez, este texto sea un disparador para mí, para lograr métodos más eficaces para difundir este mensaje. Mientras tanto, recuerdo que hoy se celebra el Día de la Tierra, nuestro hogar, el único que tenemos. ✪